sábado, 4 de octubre de 2014

Siguiente capítulo.

Eso que suena en todas las canciones que el momento perfecto para pensar en ti es en cada madrugada, es un mito que se hace realidad, es verdad que las sábanas han sido testigos de todas las lágrimas derramadas desde aquel adiós que no iba disfrazado de un hasta luego. Aprendí cada verso de aquel poema tan famoso de Neruda, porque yo también en noches como esta te tuve entre mis brazos.

Aprendí a diferenciar el tono de voz de un: 'tranquilo, que no pasa nada...' a un '¡no pasa nada, tranquilo!' y me acostumbré a que no me afectara cada domingo, sobretodo de invierno, y poder decirles a todos los protagonistas suicidas que mueren de amor, que son idiotas por creer en aquello.

Ya no envidio sus vidas llenas de cursiladas y palabras bonitas, porque todos vemos el final donde se dan ese beso, pero ninguno sabe qué es lo que pasa después.

Me da igual eso de mirarme al espejo y que ya no haya nadie que me diga lo guapa que estoy aunque lleve el vestido más feo de todo el centro comercial, o eso de bajar las escaleras del portal y que no haya nadie. Yo también puedo decirme a mí misma que voy a tener un bonito día y que sonría, porque me lo merezco, como la sensación de escuchar una canción y quedarte con su música, porque la letra ya no se convierte en un alguien.

Puedo parecer una hipócrita, mentirosa, borde e incluso fría y mentiría si dijera que en todo este tiempo no te eché de menos, que claro que yo también quiero una historia con todo lo dicho antes y que siguieras protagonizando cada página de mi diario, porque desde que te fuiste no he vuelto a escribir, y eso también supone no comenzar de cero.

 No dudes que cada vez que llueve desearía tenerte abrazado a mí.
Como las llamadas inesperadas,
 o las visitas sorpresas.
 El: 'estás realmente preciosa'
 y las noches con tu camiseta a modo de pijama.

 Y que no quepa duda que te eche en falta porque te quise, y te quiero, pero ya me he acostumbrado a estar sin ti, y la verdad, no me va del todo mal.

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